Dedicarme a mí

Estamos en el día 45 de cuarentena o algo más, si os soy sincera dejé de contar día a partir de la segunda semana, dejé de ver las noticias a la tercera y ahora me dedico a intentar disfrutar del tiempo para mí. No sé si es la forma buena de hacerlo, pero la verdad es que a mí me ha servido para sentirme mejor. Ver las noticias me hacía sentir más encerrada, ahora simplemente he asumido que por el momento mi realidad es estar en casa, pero he buscado la forma de llenar mis horas.

Supongo que esta situación será algo que contar a nuestros hijos o hijas, nietos o nietas si es que los tenemos, pero la verdad es que yo ahora mismo la estoy disfrutando y creo que me da miedo la vuelta a la normalidad. Esta situación tiene una parte cómoda, no tienes casi nada que decidir, estas en casa, lees, estudias, cocinas, ves series, haces deporte y ya está otro día que se acaba y otro día que empieza, pero volver a la normalidad acojona. Es como salir de una burbuja de bienestar, sé que es raro pero es lo que siento en estos días que se empieza a hablar de que poco a poco podremos salir de casa. Supongo que al final no tomar decisiones y dejarme llevar me gusta más de lo que creía, pero también sé que volver a elegir te da libertad y que me gustará poder salir a correr, tomar un café en una terraza o simplemente ir a depilarme las cejas. Supongo que lo que tengo ahora es ese miedo escénico de antes de salir a actuar ante el público, porque en casa eres tu mismo, sin explicaciones, sin preguntas, sin respuestas, solo eres tú. Fuera del hogar somos eso que queremos reflejar.

No sé si esto será bueno para nuestro interior o no, no sé si realmente aprenderemos algo de todo esto, pero yo creo que a mí este parón en seco me ha venido bien para centrarme en mí, para dejar a un lado todo el ruido y descubrir que me gusta más estar en casa de lo que nunca hubiera imaginado, de que me gusta leer y me relaja, de que disfruto cocinando más de lo que creía y que me encanta la sensación de tener tiempo por delante sin tener que contentar a nadie ni hacer planes. Me gusta la libertad que te da el no depender de horarios ni de citas ni de quedadas.

Para que no penséis que soy un bicho raro, echo de menos los abrazos más que nadie en este mundo y también echo de menos una caña con los amigos en el bar de la esquina y salir a bailar cualquier noche porque sí, pero la verdad es que quizás ahora también echaré de menos poder encerrarme unos días y no dar explicaciones a nadie de porqué me quedo en casa a no hacer nada o a simplemente hacer cosas para mí. Quizás haya aprendido que me gusta estar conmigo misma y dedicarme a mí. Ojalá no me vuelva a dejar llevar por el día a día, ese que nos consume sin darnos ni cuenta, y mantenga este buen hábito de dedicarme tiempo.

L.

Dicen que escribir ayuda a ordenar nuestros pensamientos. Ojalá sea verdad porque tengo una mezcla de pensamientos y sensaciones tan extraña ahora mismo que me hace sentir angustia. No sé si sólo me pasa a mí, pero hay días en los que no sé definir como me siento y no creo que eso sea bueno. Es como que la cabeza va por libre, empieza a recordar tiempos pasados, momentos, sensaciones, dolores,… Te empeñas en sufrir, en qué te duela. Quizás a veces es necesario suicidarse un poco, hacerse daño a uno mismo y envolverse en malas sensaciones, pero a mí me gusta sentirme bien, a gusto, feliz… Llamadme loca.

Hoy me ha dado por irme unos seis meses atrás en el tiempo, cuando todo en mi vida era caótico, cuando sentía que nada iba a estar bien y cuando decidí que era pequeña. Desde ese momento he tomado grandes decisiones en mi vida, he decidido cambiar mi trabajo, he decidido hacer un último intento en mi relación, he luchado incesablemente por mis sueños e, incluso, creo que lo estoy consiguiendo. Pero cuando voy por el buen camino, llegan a mi mente pensamientos que intentan ponerme la zancadilla. Ideas que hacen que dude de mis decisiones. Me machaco pensando que no lo haré bien y no lograré mis objetivos, qué mi relación no es como debería, qué hay cosas en mi vida que no encajan y, joder, ¿qué coño encaja al 100% hoy en día?

Sinceramente, creo que soy demasiado exigente conmigo misma. No debería estar constantemente cuestionándome ni recriminándome que podría hacerlo mejor, porqué quizás sí que podría hacerlo mejor, seguro que muchísimo mejor, pero lo estoy haciendo. Estoy dando pasos adelante. Me levanto cada día y doy un paso más. Camino, lucho, sonrío e intento acostarme con la sensación de haber avanzado. No siempre es todo ya ni ahora. Hay días de mierda, días en los que sientes que todo puede venirse abajo, pero, ¿sabéis una cosa? Aún está en pie y, mientras este en pie, debemos agradecer que lo tenemos. Y cuando se derrumbe, tendremos que empezar a levantar el castillo piedra a piedra de nuevo. Así es la vida. Nadie dijo que fuera un camino fácil, ni que las cosas no doliesen, ni que no hubiera mil y una trabas en el camino. La vida es una carrera de obstáculos en la que no queda otra que saltar si no quieres acabar en el suelo.

Yo voy a saltar, oh sí, voy a saltar. Voy a seguir adelante y acabar la puta carrera, aunque eso signifique tener que pasar por millones de obstáculos, porque otra cosa no pero a tozuda no me gana nadie.

L.

¿Descubrirse a uno mismo conlleva dolor?

Normalmente pensamos demasiado. A mí me pasa. Constantemente mi cabeza se va al pasado, al futuro o a otros presentes inventados y no está en el aquí y ahora. Me dejo llevar, fantaseo, imagino, deduzco,… Todo eso se me da de maravilla, mi cabeza tiene una gran capacidad para llevarme a lugares en los que no quiero estar, para traerme recuerdos que preferiría enterrar y para hacer que el miedo sea mi compañero de viaje.

Poco a poco voy trabajando en mi misma y en mis pensamientos. Los acallo, los dejo pasar, los observo y vuelvo al momento presente. Me cuesta, sobre todo cuando estoy preocupada por algo. Cuando algo ronda mi cabeza me vuelvo obsesiva, investigadora, inquisidora diría. Me siento mal conmigo misma, pero no puedo parar. Parece que busco el tesoro mientras escudriño cada rincón de la casa en busca de un pelo en el lugar incorrecto o una nota que me haga sentir que mi intuición era real. Pero lo cierto es que por más que busco no encuentro nada y eso debería hacerme sentir mejor, ¿no? Pero no lo hace, sigo con el estómago revuelvo en busca de ese algo que no llega. Así estaba hasta hace muy poco y, en ocasiones, todavía vuelvo a ese estado que podemos calificar como obsesivo-compulsivo.

Por suerte, me sentía tan tan tan tan mal, pero un buen día decidí parar. Decidí confiar. Decidí que tenía que pensar en mí misma y dejar que las cosas a mi alrededor fluyeran sin más. Sin darle vueltas a todo, sin buscar un porqué para todo y sin querer entenderlo todo. Porque he llegado a la conclusión de que muchas cosas no tienen explicación, ni la tendrán, por lo tanto no podemos agotarnos buscando lo que no existe. Supongo que sería genial que todo fuera más fácil (o no), pero la realidad es que las relaciones son complicadas, la vida a veces cuesta y hay etapas en las que tenemos que hacer un esfuerzo enorme por seguir sonriendo, pero de todo eso se aprende y se sale reforzado.

Cuando empiezo a llegar a un punto de agotamiento demasiado alto en el que sólo tengo ganas de rendirme suelo pensar en mí cuando sea mayor, cuando sea una viejita que le cuente historia a la juventud y me digo «¿qué quieres contarles a esos jóvenes?» En ese momento me vuelve la fuerza, las ganas, la valentía y la energía para seguir haciendo de mi vida una historia que valga la pena contar con los años. Una historia de la que otros puedan aprender. Tropecé y tropezaré mil millones de veces, pero lo importante es ser capaz de levantarse, disfrutar de cada momento, abrazarte a lo que sientes y seguir adelante cerca de los tuyos, de esas personas que nunca se irán.

Todos tenemos días de mierda, días en los que piensas porqué coño todo te tiene que pasar a ti, pero la realidad es que simplemente es un cúmulo de circunstancias que te están enseñando a ser más fuerte, a tolerar los imprevistos, a cambiar de rumbo, a… tantas y tantas cosas que no aprenderíamos ni so hubiésemos pasados por momentos malos… El otro día leí a través de un perfil de instagram una conversación muy interesante entre dos personas que se dedican al mundo de la psicología y mejora personal y una de ellas decía que no creía que hubiera que sufrir para alcanzar una mejora y la otra le decía que dudaba que muchos procesos pudieran empezar sin una parte de dolor. Supongo que concuerdo más con la segunda. Llevo tatuado en mi brazo una flor de loto porque creo que desde el barro se puede florecer. ¿Si nunca nos hubieran decepcionado hubiéramos aprendido a apreciar a los verdaderos amigos de los que no lo son? ¿Si nunca nos hubieran roto el corazón hubiésemos entendido que de amor no se muere? ¿Si nunca hubiésemos perdido un trabajo entenderíamos que la vida te da mil oportunidades más? No lo sé, pero lo que sí sé es que es muy bueno conocerse a uno mismo en la adversidad, ver lo que eres capaz de hacer cuando lo necesitas, saber en quién puedes confiar en los malos momentos y tantas otras cosas que yo no hubiera aprendido nunca sin un proceso doloroso de por medio.

Y no sé porqué he llegado a hablar de esto, quizás porque estoy en un proceso no diría que doloroso, pero sí de cambios que me está haciendo conocer cosas de mí que no había visto antes y acojona, para que voy a engañaros, pero al mismo tiempo me parece increíble como a pesar de los años podemos seguir descubriéndonos sin parar. Me gusta lo complejos que somos los humanos.

L.

Los 5 abonos de una buena relación

Estoy en el sofá a media mañana y tengo la suerte de estar tranquila escuchando un podcast donde Patricia Ramírez (@patripsicologa) sobre las relaciones de pareja. Qué manera de dar lecciones de vida con sencillez.

Me encanta su estilo y sus ganas de transmitir que la vida es mucho más sencilla de lo que nos dicen nuestros pensamientos. Yo estoy en esa fase, en ese aprendizaje, buscando la manera de vivir más en presente y dejar las reflexiones mentales para otro momento. Poco a poco. Hablando. Comunicando. Pidiendo. Siendo nosotros mismo y disfrutando de todo lo que tenemos. Siendo felices mientras podamos y eso es tan simple como sonreír cada mañana mientras estemos sanos, tengamos a gente que nos quiere cerca y podamos luchar por nuestros sueños.

Los 5 abonos de una relación según Patri son: entendimiento, pasión, admiración, respecto y complicidad. Cada una de estas partes de la relación debe ser cuidada a lo largo del tiempo, pero debe estar desde el inicio. No podemos dejar que nuestra idealización nos haga inventarnos partes que nunca han estado, pero sí realmente han estado ahí podemos cuidarlas. Cuál es el final de casi todas las relaciones? Pues que cuando queremos arreglarlo alguna de las partes ya está muerta. Tenemos que pedir ayuda a tiempo, poner remedio a tiempo, cuidarnos uno al otro desde el inicio y no dejar que la rutina nos consuma. Cuando nos sintamos mal, hablemos. Cuando nos sintamos bien, digámoslo.

Es más sencillo de lo que parece. ¿Vamos a por ella?

L.

Lo mío es lo mejor

Me duelen las tetas. Empezaré de un modo así de bruto, sí. No sé si porqué hoy es 25 de noviembre y es el día contra la violencia de género o porque tengo el día rebelde, pero no me apetece andarme con medias tintas. Me va a venir la regla y tengo un dolor de tetas que no me deja concentrarme. Y debo concentrarme. Debo concentrarme de una vez y sacar adelante las tareas del día porque así me sentiré bien por haber cumplido. Así soy yo, me marco metas y si nos las consigo me fustigo. Supongo que cada uno tiene sus taras.

Últimamente vivo una etapa de dudas. Bueno, vale, lo confieso, quitemos el últimamente y digamos mejor «vivo constantemente en una etapa de dudas». Dudo de todo, de lo que siento, de lo que sienten por mí, de lo que quiero, de lo que me quieren, de lo que hago, de lo que hacen,… Y así un largo etcétera que puede trastornar a cualquiera y, por tanto, vivo trastornada. Una buena definición de mi yo actual: trastornada.

Confesaré algo, no sentirse a gusto es una sensación de mierda. Lo peor es cuando crees que tú misma eres la culpable de no sentirte a gusto. Pero, ¿como lo hago? Es decir, me repite constantemente que debo apreciar lo que tengo, pero en realidad siempre estoy recordándome lo que no tengo. Me comparo constantemente y me hago sentir menos que el resto de la humanidad. Y, de repente, algo cambia dentro de mí y me vengo arriba y me creo que soy la hostia, pero no! No nos engañemos, mi cabeza seguirá repitiéndome constantemente que no lo soy, que ella es mejor que yo, que habrá alguien fuera que lo haga todo bien,… supongo que me gusta criticarme.

Ahora mismo, té en mano, galletas de chocolate cerca y el ordenador y yo. Así, me siento bien, pero es algo volátil, finito, breve,… y dejémonos de gilipolleces, lo bueno si breve no es dos veces bueno!!! Eso es la mayor barbaridad que se ha dicho nunca y siento mucho deciros que lo que es bueno debería durar siempre: un buen polvo, una buena peli, un buen libro, una tarde de lluvia, manta y sofá, un amor sincero, una amistad de las de verdad y un etcétera infinito de cosas que ojalá fueran más duraderas.

Es cierto que hay quien opina que hay cosas que se valoran solo porque sabemos que son finitas. Esa es la teoría de mi amigo José. No sé, puede que en una pequeña parte tenga razón, pero no creo que debamos valorar las cosas porque pensemos que se van a acabar. Deberíamos valorar las cosas porque las respetamos, las observamos, vemos su belleza, su imperfección, su energía fluyendo por nosotros, su intensidad, su simpleza,… yo que sé, cada momento, cada cosa, cada relación tiene virtudes que es posible que nunca más volvamos a tenerlas y, coño, deberíamos apreciarlo. Pero, la realidad es que no solemos hacerlo, solemos acostumbrarnos y la costumbre nos vuelve personas desagradecidas, nos hace dejar de ver la belleza, nos hace dejar de sorprendernos y es horrible.

La rutina me hastía. Ya lo he contado otras veces, me aburre, me cansa y me ahoga. Esa es la definición, la sensación de que me falta el aire cuando cada día es igual al anterior. Ríanse ustedes que estoy opositando. Supongo que lo hago porque quiero alcanzar un objetivo, pero el proceso me está matando lentamente. Me siento encerrada entre cuatro paredes con libros y textos y apuntes y montañas de cosas que hacer que parece que no acaban nunca. Pero sé que es para alcanzar un sueño, algo que quiero, algo que me hace brillar. Ojalá algún día consiga mi objetivo y cambie toda esta rutina por cosas nuevas y vibrante cada uno de mis días.

En las relaciones me pasa igual, cuando empieza la rutina, yo me marchito y, joder, qué asco. Porque la rutina es lo que todos queremos, no? La misma persona esperándonos con su sonrisa al llegar a casa. Las noches de peli y sofá. Calor en la cama. Mañana en las que decir «buenos días» antes de empezar con tu vida. Supongo que todos queremos rutina, pero yo la quiero y la odio al mismo tiempo. Exijo tanto a mis relaciones que me acabo torpedeando a mi misma, intentando hacerlas diferentes, especiales, únicas,… Sabéis una cosa? Hace poco leyendo sobre el tema descubrí que cuando quieres eso es porque eres tan competitivo que quieres ser el mejor. Y, no quiero ser así, no quiero compararme constantemente, no quiero estar pensando si lo que tengo es mejor que lo del resto, únicamente quiero disfrutar de lo que tengo, pero quizás pierde la magia cuando creo que ya no es lo mejor del mundo. Qué difícil soy.

L.

Terapia

Escribir se me da bien. Me gusta. Me divierte. Y, lo más importante, me resulta sencillo. Puede parecer una tontería, pero en momentos de mi vida en lo que todo me parece tan complicado, escribir me relaja. Me recuerda que hay cosas que todavía son fáciles. Qué hay cosas que se me dan bien. Un poco de terapia de vez en cuando hace falta.

¿Por qué escribo hoy? Porque últimamente los fantasmas han vuelvo a mí. Bueno, voy a ser sincera, últimamente he ido a buscar a los fantasmas, les he dejado entrar y les invito a comer y beber para que se queden dentro de mí. Mientras escrito esta frase me estoy riendo, pero es que es real como la vida misma. Todos tenemos un pasado, todos tenemos miedos, todos tenemos dudas, todos nos sentimos mal en algún momento, pero supongo que es nuestra decisión saludar a esos malos pensamientos e invitarlos a que se vayan o darle comodidades para que se queden a vivir con nosotros.

El único problema es que empiezo a pensar que me gusta regodearme de mis miedos. Me gustan los fantasmas. Y eso me aterroriza. Joder, estoy acojonada. Porque cuando parece que todo va bien, que las cosas están donde quería que estuvieran, voy yo y me pongo a darle vueltas a todo, a pensar y pensar en todo lo que puede ir mal, en todo lo que era mejor antes de estar yo. Puff, ojalá pudiera explicaros lo complicado que es estar en mi mente, pero eso es imposible.

Esta mañana me desperté a las 6 y ya no fui capaz de dormir más, me quedé en la cama dando vueltas a idioteces, ideas absurdas, pensando en todo lo malo que tengo en mi mente. Después lloré. Y, bueno, he de decir que me quede más a gusto, pero, ¿era necesario? No, no lo era. Necesito enfocarme de nuevo en lo importante, disfrutar de lo que tengo y dejar de pensar en lo que no he sido o no seré nunca. Soy yo, con mis defectos y mis virtudes, mis cosas buenas y malas, mis manías, mis traumas, mis dolores, mis ganas de comerme el mundo, mi ilusión por llegar lejos, mi manera de hacer reír a cualquiera aunque esté en mi peor momento. Hago de la vida algo ESPECTACULAR. Vale, igual me estoy pasando, pero hoy me he propuesto decirme todo lo que hago bien, todo lo que valgo, todo lo que tengo.

Y voy a dejar para otro día eso de pensar sobre lo que me gustaría ser, mejor mañana.

L.

Nuestro Modern Love

Sé que últimamente estoy rara. Estoy en una etapa complicada de mi vida. Es cierto. No te voy a negar que he pasado de ser la alegría de la huerta y a ilusionarme con cada pequeña cosa a que parezca que nada va a hacerme estar bien. Sé que no es así, que volveré a ser yo misma y a estar bien.

Sabes que estudiar me está costando más de lo que imaginaba. Igual esto es una tontería, pero casi todo siempre me ha resultado fácil y esto realmente creo que es el primer gran reto al que me enfrento,… Mira tú! A mis 30 primaveras… Debería sentirme bien porque todo lo que he conseguido hasta ahora me resultara sencillo, pero sin embargo estoy cagada porque por primera vez en mi vida dudo de mi misma.

Muchas veces me dices si puedes hacer algo por mí. Supongo que nada y todo a la vez. Me gustaría sentir que estás a mi lado, que me apoyas, que me cuidas, que me quieres,… Poco más, lo haces, de verdad que sí. Quizás mi problema es que tiendo a sentirme poco para ti, quizás el problema sea que a ti nada te llena y eso al final se transmite. No lo sé. Intento no pensar en ello, a pesar de no saber si eso es bueno o malo, la verdad. Quiero que lo nuestro funcione, lo sabes, ¿verdad? Juntos hacemos un buen equipo, el mejor diría yo, y creo que podemos tener una vida muy feliz, pero quiero que los dos rememos en la misma dirección, que los dos luchemos con nuestros fantasmas y hagamos que esto salga bien.

Yo tengo que luchar contra mis miedos, mis inseguridades, mi manera de pensar que hay alguien mejor que yo o que no me quieres (esto me lo repito muchas veces, por eso quizás es tan importante para mí que me hagas sentir lo contrario, porque mi cabeza se empeña en decirme que no). Supongo que es fruto de «nuestras conversaciones» de saber que no soy esa chica que te vuelve loco, no sé supongo que es fruto de pensar que soy tú compañera que te aporta paz y tranquilidad y es lo que quieres ahora que ya has renunciado a enamorarte de alguien hasta las trancas, o que ya lo has hecho y ha salido mal, yo qué sé… La verdad es que todos somos complicados, ¿sabes? Todos tenemos momentos en los que dudamos, en los que pensamos que no estamos en donde deberíamos o que hay algo mejor esperándonos, pero no sé, a mí me parece que pocas personas me van a hacer sentir como tú y no hablo solo desde una perspectiva romántica, hablo de que alguien consiga que preste atención, que me sorprenda, que le guste hacer lo que a mí, alguien al que decir una guarrada le parezca bonito como a mí…

Supongo que hay tantas cosas que combinar en una relación que es muy difícil que esa combinación sé dé de forma perfecta, porque la realidad es ¿hay una relación perfecta? Seguro que no, hay una relación perfecta durante un breve espacio de tiempo, algo químico que nos hace sentirnos infinitamente felices y bobos al ver la pantalla del móvil y, la verdad, se vuelve a conseguir después de la distancia, las discusiones,… cuando crees que has perdido algo parece que nuestra mente vuelve a quererlo. Pero, ¿sabes? ya no me compensa, no quiero eso, quiero estar bien, construir cosas bonitas, hacer planes sin dudar, tener ganas de que llegue la noche para abrazar en cama a la misma persona todos los días y agradecer que alguien esté ahí esperándome. 

Evidentemente no somos los dos viejitos de Modern Love, no nos damos un beso cada vez que nos cruzamos por casa, pero somos NOSOTROS. Diferentes y únicos, una combinación que nunca se repetirá, no porque sea mejor o peor que otras, sino porque si algún día se acaba habrá cosas que echaremos de menos, SEGURO. Somos esa pareja que se conoció pensando que era una bobada, que sólo era pasar el rato, hablar, comer, follar y poco más… Que llegó un momento en el que hablábamos todos los días a casi todas horas y siempre tenía algo que contarse. Que primero se llamada de camino a Vigo porque había obras en la vía rápida y el camino se hacía eterno, qué después se inventó mandarse audios y era divertido, qué quedaba para emborracharse, beber, comer, discutir, pero siempre acababan abrazados en cama. Igual tú no lo sabes, porque al final sé que tienes una concepción muy romántica del amor, pero sé que siempre venías a mí cuando querías estar bien, porque viniste borracho como nunca ese fin de año y te asustaste al ver donde estabas, no te acordabas, pero en tu interior algo te decía dónde debías estar.

A veces el amor es raro, no es tan simple. Es complicadísimo. Pero me encanta que nos guste cocinar juntos, las tardes de domingo sin salir de casa, ir a cenar o comer a sitios diferentes, viajar, cantar en el coche, leer y hablar de cosas raras,… No sé supongo que a pesar de todo compartimos muchas cosas en común. Nos queremos a nuestra manera. Nos soportamos en nuestros peores días, discutimos, nos decimos un montón de cosas muy sinceras (de esa sinceridad que duele), pero, después, decidimos agarrarnos del brazo ir a tomar algo, cenar y dormir juntos. Quizás eso también sea amor. Querernos así, complicados, como somos nosotros. A veces, creo que ya no soy una persona que crea en los cuentos de hadas y que muy poca gente entendería mi sarcasmo y mi manera de enfocar el amor, pero sé que tú sí, que aunque creas que sigo queriendo una boda y una familia, ves que también veo más allá de lo común.

Te veo a ti. Veo tus inseguridades. Veo tus miedos. Y decido quedarme. Y sé que  no me vas a poner las cosas fáciles, que buscarás espacio, me alejarás de ti sin darte ni cuenta, pero he venido para quedarme, para estar a tu lado, para decirte que te necesito y hacerte volver. He venido para demostrarte que podemos hacer juntos todo aquello que nos propongamos, que da miedo sí, pero que valdrá la pena. Porque en el fondo (muy en el fondo) tú también quieres boda y niños simplemente que eres tan exigente que no sabes con quién, que esperas a que haya alguien que sea tan buena que ya no tengas dudas, pero te voy a confesar algo, todos las tenemos y los que no son ilusos porque siempre hay dos posibilidades, que salga bien o que salga mal y eso no se elige. Esos somos nosotros, dos personas que han visto lo peor el uno del otro pero han decidido no rendirse y pedir que las cosas sean fáciles. Dos personas que quieren luchar porque esto salga bien. ¿Te apuntas?

Nuestro Modern Love…

La soledad del guerrero

Creo firmemente que cuando tienes que luchar contra algo, tienes que hacerlo solo. Evidentemente, es necesario, tener gente cerca que nos apoye, pero la batalla la tenemos que librar nosotros mismo, convencernos de que estamos haciendo lo correcto y seguir adelante.

A veces, dudas, tienes miedo, reculas, quieres volver a la casilla de inicio, pero hay un momento en el que tu voz interior te habla y te dice «estás por el camino correcto». Esto es lo que tenemos que hacer, lo que tenemos que buscar, lo que tenemos que lograr,… sentirnos satisfechos con nuestras acciones, con nuestra forma de enfocar la vida, con nuestro modo de decidir qué es lo que queremos hacer con cada uno de nuestros días.

Vivir, es una única palabra pero dentro de estas cinco letras hay un sinfín de posibilidades que solo nosotros podemos elegir. Una buena elección te acerca a la felicidad, una mala elección te aleja de ella. Pensemos, oxígeno, calma, paz, paciencia,… tenemos que aprender que las cosas no son aquí y ahora, que los procesos suelen ser largo y, casi siempre, dolorosos, pero nos llevan a donde queremos ir y eso solo lo podemos decidir nosotros.

El toro por los cuernos y hacia delante, siempre hacia delante.

Caos

Mi vida es un caos constante. A veces lo disfruta, otras lo odio. Siempre digo lo mismo, algún día empezaré a ordenar mis ideas, a poner por escrito mis metas y a luchar por ellas. Supongo que es fácil decirlo y más complicado llevarlo a cabo cuando eres impulsiva, como yo.

Escucho parte de mi cabeza decirme, que me aleje de todo, que empiece de nuevo, que deje de hacer lo mismo y busque un nuevo camino que, quizás así, se arregle un poco el caos. En cierto modo, me gusta que esa idea ronde mi cabeza, puede que incluso más pronto que tarde se haga realidad. Empiezo a darme cuenta de que tal y como me comporto los resultados no son lo que me gustarían y, según dices, si haces siempre lo mismo tendrás siempre el mismo resultado.

Lo único que no me convence, que tendré que empezar obligándome. Odio no hacer lo que quiero en cada momento porque me gusta eso de decir «quizás mañana no estemos aquí», pero al final empiezan a pesar los errores cometidos una y otra vez, la confianza perdida y las ganas flaquean. Quizás, me haga falta distancia y me refiero a la física, aunque eso, por el momento no es una posibilidad. Quizás, solo me haga falta centrarme en otro punto, quitar mi fijación constante de esa espina clavada de lo que pudo haber sido y no fue. Pensar en mí, dejar que la vida siga su curso y no pensar demasiado.

¿Cómo se hace? Eso ya es otra cosa. Ojalá tuviera la respuesta y fuera capaz de entender cómo funciona todo esto de los sentimiento tan bien como para poder controlarlo. Al final, creo que todo es mucho más sencillo de lo que nosotros creemos. Es ser quien somos, sin forzarnos. Es aprender a echar de menos. Dejar que nos duela sin intentar evitarlo. Quizás simplemente es que preferimos la anestesia a la cicatriz, pero al final incluso con anestesia la cicatriz acaba apareciendo.

Empecemos de nuevo, suena bien y, quién sabe, quizás haya una oportunidad esperando por nosotros a la vuelta de la esquina sin que lo sepamos.

L.

Cuando la cuerda se rompe

Tengo demasiado miedo ya para seguir diciendo que está vez es la definitiva, pero en realizar creo que nunca fue tan diferente. Es la primera vez que siento rabia, incluso odio, algo que nunca me había pasado. Me he cansado de justificar lo injustificable, de entender lo imposible, de creer lo que quería e inventarme el resto.

Sentirme engañada, incluso gilipollas, fue la gota que colmó mi vaso. El hecho que rompió mi cuerda que parecía eterna de tan flexible que la había hecho. Pero no, supongo que hay un punto en el que decides que ya no vale la pena. Que mejor pasar el dolor de echar de menos a sentirte utilizada. Supongo que hay un punto de no retorno en todo en esta vida.

En realidad, no sé si sentiré tanto con alguien como lo hacía con ÉL, pero, sinceramente, ¿es eso lo que nos hace felices? Empiezo a pensar que no. Porque conseguía erizarme la piel con solo tocarme, pero también conseguía que a cada momento tuviera miedo de que se fuera y eso, de verdad os lo digo, no me hacía feliz.

Supongo que todo en esta vida supone un equilibrio. Ni la paz eterna de una relación aburrida, sosa y monótona, ni el estrés constante de un alma libre que hoy está y mañana ya veremos.

Al final, empiezo a pensar que quizás nunca me quiso.

L.